Seguía la escuela matematica, donde el profesor enseñaba asus discípulos por un método difícilmente comprensible en Europa. Las proposiciones y demostracones se escribían sobre una delgada oblea, con tinta compuesta por una mexcla encefálica.
El estudiante tragaba la oblea hallándose en ayunas, y en los tres días sucesivos no debía comer ni beber nada, fuera de agua y pan. Una vez digerida la oblea, la tintura ascendía al cerebro, llevando consigo la demostración.

Pero el éxito hasta entoces no había sido completo, en parte por error en las dosificaciones y en parte por la perversidad de los muchachos, para quienes aquella ingestión era tan nauseabunda, que generalmente ocultaban la oblea en la boca y la escupían luego, aparte de que nunca podía persuadírseles de que guardaran la abstinencia tan larga como el método requería.

Jonathan Swift
Los viajes de Gulliver